Dios es nuestra fortaleza
Fue el salmista David quien en más una ocasión proclamaba que el Todopoderoso su fortaleza era, y cómo no hacerlo, tenía un extraordinario testimonio de valentía, de fe y de confianza en el Altísimo, quien efectivamente fue su protector y alto refugio.
El joven David llegaba al campamento de batalla donde no solo se encontraban sus hermanos sino también todo su pueblo, casi arrinconados por causa de los enemigos que se habían juntado a una para pelear contra Israel. Para agravar más la situación del por aquel entonces rey de Israel, Saúl, que luego fuera desechado por Dios, un hombre gigante se apersonaba frente al ejército a gritar y retar a la contienda mano a mano, blasfemando contra todos, incluso contra Dios, y dejando en claro que se trataba de un gigante. El pueblo temía, al igual que Saúl.
Mas llegaba por ahí el joven pastor de ovejas, que como tenía de pequeño también estaba armado de una fe gigantezca. Encaró primeramente a sus hermanos y demás guerreros que solamente se mofaron de él y lo trataron de loco. Luego, pasó frente a Saúl y éste como si no tuviere muchísimos problemas en la cabeza, ni siquiera entendió de lo que David le hablaba, convenciéndolo finalmente y queriendo Saúl aportar a la causa, dándole su armadura. Dicha armadura fue una molestia para David y se despojó de todo eso y enfiló hacia el gigante que volvía a retar al pueblo de Israel.
David confiaba en Dios, y el resultado de aquella batalla todos lo conocemos.
Es por eso muy importante recordar algunos de los salmos de éste hombre de Dios.
Salmos 18:1 dice: "Te amo, oh Jehová, fortaleza mía".
El versículo 2 del mismo capítulo sigue así:
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Qué hermosas palabras que evocan a un hombre que confía plenamente en su Creador.
En el Salmo 22:19 también vuelve a decir, "mas tú, Jehová, no te alejes; Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme". Y el Salmo 59:17 leemos, "Fortaleza mía, a ti cantaré; Porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia. Al leer el Salmo 144:2, dice: "Misericordia mía y mi castillo, Fortaleza mía y mi libertador, Escudo mío, en quien he confiado".
Dios es nuestra fortaleza y eso nos da confianza, y teniendo nuestra confianza en el Todopoderoso, pues no hay temor, no existe miedo ni incertidumbre.
¡Bendiciones!!!!
Sabías que
“Si colocas a Dios en el primer lugar, nada más podrá dañarte”.
Gracias Padre Celestial por amarme, por tu gran misericordia, por ser mi refugio, mi protector y fiel amigo, amén.
«EN LA BARCA»
Dios bendiga a Paraguay
JRW