Inicia el autor con un tema no menor. Como ya indicamos, el hecho de que estés transitando por el sendero de Dios, ello no te inocula (por usar un término de moda) de los problemas y las aflicciones actuales o renuentes que puedas estar teniendo, pues Jesús mismo nos enseño que en el mundo tendremos aflicciones (Juan 16:33).
Ahora bien, es muy diferente enfrentar una dificultad, una prueba, con Dios, y sin Dios.
Con Dios, pues es Él nuestro alto refugio, nuestro pastor que nos da fortalezas para los días malos, nos da esperanzas para el tiempo duro, y la salida para la aflicción.
Sin Dios, a quién recurriríamos, quién podrá extender su mano a nuestro favor. Es por ello que Santiago nos ilustra esta realidad que se perfecciona con la fe.
Porque sin fe es imposible agradar a Dios y sin la confianza puesta en nuestro Señor, cómo veríamos algo bueno cuando no la estamos pasando bien. Así, cada apuro acelera nuestro crecimiento, cada dificultad forma en nuestro interior una de las virtudes del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22), que es la paciencia.
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