Iniciamos con este serie, sobre algunos comentarios sobre el libro de Jacobo, también conocido como Santiago.
Jacobo, Jacob, Iago, Llago, Yago, Jaime, Santiago, Tiago y Diego, son variantes en español del nombre propio hebreo Ya'akov (en hebreo, יַעֲקֹב), que como puede verse, tiene algunas variantes más conocidas, y otras no tantas.
El nombre aparece por primera vez en los textos del Antiguo Pacto (Testamento), en el Tanaj hebreo, como nombre del tercer patriarca (hijo de Isaac y nieto de Abraham), que después se llamaría Israel. En el Nuevo Pacto (Testamento), es el nombre de dos de los apóstoles de Jesucristo, usando en español la variante Santiago: Santiago el Menor y Santiago el Mayor.
Sin embargo, a ninguno de estos se le atribuye este libro de la Biblia, sino más bien a Jacobo, el hermano de Jesucristo, conocido también como Santiago o Jacobo el Justo, que lógicamente nació en Nazaret y posiblemente muy contemporáneo de Cristo. Santiago, el hermano del Señor, en principio también fue de aquellos que no estuvo muy cerca del Príncipe de Paz, sino hasta que el mismo fuera ascendido a los cielos, tiempo después que verdaderamente tomó el evangelio como parte esencial de su vida, llegándose a constituir en uno de los principales -cristianos- en Jerusalén.
La Epístola inicia así:
Salutación
1 Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.
Comentario.
Como puede observarse, se trata de un saludo.
De acuerdo a la composición, también puede concluirse que se trata de una carta, enviada a un determinado grupo de personas (que si bien, hoy día nos llega -por la gracia de Dios-, también a todos nosotros, y damos gracias por ello).
También, se observa que el autor se identifica, dando a entender quién era la persona que escribía. No nos olvidemos, que la inspiración es divina, pero que la escritura, los modismos y particularidades, pues es de cada autor, pues esa es la mayor riqueza de las Escrituras bíblicas.
El autor también señala su carácter, como "siervo de Dios y del Señor Jesucritos", los que nos llena -claramente- de alegría, pues todos compartimos ese mismo carácter.
Finalmente, expone a quienes dirige su epístola, a las "doce tribus", "dispersas", o en las diásporas. Esto realmente es muy interesante y poderoso, dado que la carta tenía varios objetivos y demuestra que los hijos de Dios estaban dispersos en muchos lugares, pero unidos en la misma fe. Luego, veremos más sobre dicha cuestión, dado que es allí donde se centró parte del propósito de Dios, para aquellos hombres y mujeres de estos principios importantísimos para la Iglesia de hoy día.
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