Cuando es probada nuestra fe, ayuda recordar esta
palabra de seis letras: confía. La confianza es lo que nos mantendrá firmes en
las tormentas, es la que nos refrescará ante el angustiante calor que azota
nuestros pies por el camino pedregoso que nos toca transitar, es el refrigerio
justo ante la ansiedad, ante la sed y el hambre de justicia, es el cobijo ante
la despiadada incertidumbre.
Muchas
veces, dependiendo de nuestra situación, nos toca soportar largos trechos de
tormentosos caminos, en los que nos agobia ese calor intenso de la maldad que
está en todas partes y nos rodea incesante. Cuantas veces debemos doblar
rodillas para que Dios nos perdone a nosotros mismos, a nosotros primero,
porque en nuestro corazón solo ansiamos un castigo para aquellos que nos hacen
mal, cuando que en realidad el amado Padre Celestial quiere que confiemos en
Él, que perdonemos a nuestros deudores y que los amemos.
¿Amarlos?,
luego de todo lo que nos hicieron, ¡es acaso eso posible!
Ese
camino pedregoso que nos toca transitar solo significa que necesitamos más de
Dios, de su amor, misericordia y fortaleza. Él vuelve a decirnos entonces,
“confía”.
Santiago,
con una claridad inspirada en el Espíritu Santo, nos dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas
pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago
1:2-3).
La
ansiedad está consumiendo al mundo actual. Nadie puede desconocer que en los
tiempos actuales, denominado por muchos como el “microondas”, dado que todo lo queremos ¡ya!, pero ¡ya!!!, hace que
la gente esté bastante apresurada por todo. Lo antes posible quieren casa,
vehículos, muchos bienes materiales, viajes, la niña que quiere festejar sus 15
a los 13, la joven que quiere casarse a las 17 o los 18 años, divorciarse y
volverse a casar, el joven que quiere todo, pero sin compromisos y un millón de
etcéteras más. La ansiedad está consumiendo a cada persona en su interior,
impidiéndole dormir, descansar, obstaculizándole la posibilidad de detenerse un
minuto, reflexionar, pausar su arduo trajinar y tener cuidado de lo
verdaderamente importante que es confiar en Dios.
Por
causa de la ansiedad ya nadie quiere confiar en Dios, sino que prefieren más
bien estropear su existencia detrás de vanas cosas. En Santiago nuevamente
leemos: “Mas tenga la paciencia su obra
completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago
1:4). En Eclesiastés se concluye diciéndose: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan
los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento” (Eclesiastés 12:1).
La
falta de amor también evita que confiemos en Dios, y Salomón por eso decía a su
amada, “Las muchas aguas no podrán apagar
el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bines de su casa
por este amor, de cierto lo menospreciarían” (Cantar de los Cantares 8:7).
Esto sí es confiar.
También
hay dudas que nos impiden confiar. Incertidumbres que nos agobian, que echan
raíces y se fortalecen en nuestro espíritu impidiéndonos verdaderamente confiar
en el Todopoderoso. Pero debemos recordar que en nosotros también está el grande
y poderoso, el victorioso, el Gran Rey (Malaquías 1:14), y para ello solo
debemos leer Filipenses 4:13, que dice: “Todo
lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Nuestra
confianza debe estar en aquél que ya ha vencido, en el Dios viviente, el
Grande, el Poderoso, el Rey de Reyes, Señor de Señores, el Omnipotente. Confía.
¡Bendiciones!!!!
Sabías que
“Puedes confiarle todo a Dios, y él lo hará”.
Confío plenamente en ti, tu eres grande y poderoso, amén.
«EN LA BARCA»
Dios bendiga a Paraguay
JRW